sábado, 30 de julio de 2011


JUSTICE FOR ELI.

GLOBAL CONNECT BLOG

BY: ZAIRA CORTÉS
A MOTHER IS MURDERED; A SUSPECT FLEES AGAIN.

NEW YORK. - Elia Zamora died at dawn on an August day and memory of her was erased forever except for her loved ones. 
She had punch marks on her body, reminders of the punishment she suffered in silence. “Her bruises sometimes hurt her physically, but her soul was in constant pain”, said her sister Luz Maria Zamora
Zamora is one of the 90 women in New York City slain last year by their partners, like 69 percent of female murder victims in the city. In the first quarter of 2011, 17 domestic violence homicides occurred in the city of New York; 52 percent had no previous contact with the police and 96 percent had no orders of protection.  
The story of Elia’s life and death is an all too familiar one. In Mexico we are socialized in a culture heavy in “Machismo”. Then we immigrate to a country where women are granted more freedoms, a culture much less “machista” and with strong laws against domestic violence. However, we stay imprisoned in the old culture and do not take advantage of the new opportunities to break the cycle of domestic violence.  
Elia met Hector Ramirez in Atlixco, Puebla, Mexico. From the beginning it was a very violent relationship. Her family intervened, convincing her to leave Hector and helped immigrate to New York City. For four years, she lived alone with her son.
"Hector contacted her asking Elia to help him cross the border," said a close relative.
Elia was working in a laundry but stared longer hours in order to pay for Hector’s passage to New York City.
The Zamora's family stated that Hector Ramirez had a criminal record in Atlixco, Puebla, and that in May 2010 he had been arrested for drug possession.
"After living together for four months, my sister started suffering terrible beatings. Sometimes she arrived at work with bruises on her face,” said Luz Maria Zamora.
The couple communicated in secret, until her family became aware that they were living together in the city.
She was 28 when she was stabbed to death in the bathroom of her apartment in the Kingsbridge Heights neighborhood of the Bronx.
At dawn on August 29, 2010; Elia returned home after attending a party, accompanied by Hector and their 9-year-old son. They had recently moved to a new apartment and they had bought furniture, according to Luz Maria Zamora
Hector, then 30, began accusing Elia of looking at other men in the party.
Elia’s cries alarmed her upstairs neighbor who often visited the family.
When the neighbor entered the apartment, Elia asked her to call the police; however, minutes later Elia changed her mind.
“My sister didn't want the police help. She told the neighbor that her husband would leave the apartment as soon as he was dressed,” said Zamora's sister.
The neighbor left the apartment. Minutes later she heard a piercing scream!
She hurried back to ensure that Elia and her young son were on unharmed. She opened the door and saw that Elia had a towel on her chest, trying to stop bleeding from stab wounds. The neighbor called 911.
Elia’s son pleaded with her to hold on, telling her the ambulance was on its way.
The building’s the security cameras recorded Ramirez fleeing through the hallways, apparently hiding the weapon in his clothing.
The police department reports the no weapon has been found.
Ramirez has not been arrested. Almost a year after the murder, the Zamora’s family is asking for justice.
"He may be harming another woman. Another life may be in danger,” said a close relative.
“We have not given up. There is still a lot of pain in our hearts. Hector Ramirez should be in prison. Our family will not feel safe until Hector pays for his heinous crime,” said a close relative.
The New York City Police Department has increased the reward for the suspect from $12,000 to $22,000 and they hope someone will recognize Ramirez and inform the police where he can be found.
JUSTICIA PARA ELI.

GLOBAL CONNECT BLOG

POR: ZAIRA CORTÉS
A MOTHER IS MURDERED; A SUSPECT FLEES AGAIN.

Nueva York.- Elia Zamora murió al amanecer de un día sin memoria. Tenía golpes en el cuerpo como quien tiene el silencio de castigo. Los moretones a veces le dolían en la piel, pero siempre en el espíritu.
Su nombre se perdió en estadísticas anuales de vidas arrebatadas por la violencia doméstica, pero los que aún le lloran, piden justicia para Eli a un año de una pena callada.
Tenía 28 años cuando fue apuñalada en el baño de su departamento en el vecindario de Kingsbridge Heights, en El Bronx. Su esposo, Héctor Ramírez, acabó con su vida después de una pelea como muchas, pero con un final imprevisto.
En la madrugada del 29 de agosto de 2010, Elia regresaba a su hogar después de asistir a una fiesta, acompañada por su esposo Héctor y su pequeño hijo de 9 años. Tenían poco tiempo de haberse mudado y habían comprado muebles recientemente.
Un familiar cercano de Zamora aseguró que Héctor alejó completamente a la joven madre de su familia y amigos. Elia tenía poca comunicación con su hermana.
Héctor, quien entonces tenía 30 años, inició una discusión acusándola de mirar a otros hombres durante la fiesta. Los gritos desesperados de Elia provocaron la angustia de una vecina, quien vivía en el piso de arriba y acudía con frecuencia al departamento de la familia ante las peleas constantes.
Cuando la mujer entró al lugar, Elia le pidió que llamara a la policía, pero minutos más tarde se arrepintió de tomar la decisión.
“Mi hermana ya no quiso la ayuda de la policía. Le dijo a la vecina que su esposo se vestiría y se iría de la casa”, dijo la hermana de Zamora.
La mujer salió del departamento. Minutos después escuchó un grito desgarrador. Regresó apresuradamente para asegurarse de que Eli y su pequeño hijo se encontraran bien.
Héctor la había apuñalado en el pecho en varias ocasiones. Elia tomó una toalla y se presionó las heridas para evitar que la sangre fluyera. Poco tiempo después se desvaneció ante la mirada horrorizada de su pequeño hijo, quien le pedía desesperadamente que resistiera, pues la ambulancia venia en camino.
Para entonces, la vecina había llamado al 911.
Ramírez escapó del departamento. Las cámaras de seguridad lo grabaron huyendo por los pasillos del edificio, mientras escondía el arma en su ropa.
El Departamento de Policía informó que ningún arma pudo recuperarse. El homicidio ocurrió en las inmediaciones del cuartel de policía 50.
Elia conoció a Héctor en Atlixco, Puebla, México. Desde entonces, su relación era sumamente violenta. La familia intervino para que ella lograra separarse de él y la ayudaron a emigrar a la Ciudad de Nueva York, en donde vivió cuatro años sola con su hijo.
“Él se puso en contacto con ella y le pidió que lo ayudara a cruzar la frontera”, aseguró un familiar cercano de Zamora.
Elia trabajó por varios meses en una lavandería para pagar el viaje de Héctor.
“Después de 4 meses de vivir juntos en Nueva York, mi hermana empezó a sufrir golpizas terribles. En ocasiones llegó al trabajo con moretones en el rostro”, comentó la hermana de Eli.
La pareja se comunicaba en secreto, hasta que la familia se enteró de que estaban viviendo juntos en la ciudad.
La familia aseguró que Héctor Ramírez tenía antecedentes penales en Atlixco, Puebla y que en mayo de 2010 había sido arrestado por la policía por posesión de drogas.
A casi un año de la muerte de Zamora, la familia clama justicia. El sospechoso no ha sido arrestado todavía.
“Él puede estar golpeando a otra mujer. Otra vida puede estar en peligro”, dijo un familiar cercano de Elia.
“No nos hemos resignado. Todavía hay dolor en nuestros corazones. Queremos a Héctor Ramírez en prisión. La familia no estará segura hasta que él pague por su horrendo crimen”.
La familia de Elia Zamora teme que otra mujer sea asesinada.
El Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York incrementó la recompensa por el sospechoso de $12.000 a $22.000 dólares y se espera que alguien reconozca a Ramírez. 
La policía pidió a la comunidad denunciar los casos de violencia doméstica para evitar más muertes.
Según cifras oficiales, en 2010 el 43% de asesinatos de mujeres en el Estado de Nueva York fueron cometidos por su pareja.
En el primer trimestre de 2011 ocurrieron 17 homicidios relacionados con violencia doméstica en la ciudad de Nueva York, de los cuales el 52% no tuvo contacto anterior con la policía y el 96% no tenía orden de protección.
En 2009, el NYPD atendió 25.761 casos vinculados con este problema.




    Elia Zamora.

martes, 26 de julio de 2011

Esperanza despúes de 25 años de violencia.

En diciembre de 1979, Irma Marín salió de su pequeño municipio en el estado de Puebla, México para cruzar la frontera “de mojada”. A los 16 años, soñaba con la Gran Manzana y sus rascacielos inalcanzables.
De padres campesinos y con once hermanos para compartir el pan, Irma se enteró a temprana edad de cómo la pobreza empuja a caminos insospechados.
“Me fui con la esperanza de ganar el suficiente dinero para ayudar a mi familia. La tierra daba poco que comer y el dinero siempre fue escaso. Me vine a la gran ciudad muy joven y totalmente inexperta”.
Después de seis meses de residir en el condado de Brooklyn, Marín conoció a quien sería su pareja y “verdugo” por 25 años.
“Empezó a acosarme. Me obligó a irme a vivir con él y me mantuvo así por mucho tiempo. A esa edad y sin educación, no supe qué hacer ni cómo defenderme. Estaba sola y me quede callada. Obedecí porque crecí creyendo que el “machismo” es la única cultura con la que las mujeres deben ser tratadas”.
A los 17 años, ya había dado a luz a su primer hijo.
“Los golpes fueron inmediatos. Mi embarazo no fue una excepción. El padre de mis hijos siempre me sometió de esta forma. Al poco tiempo de tener a mi bebé, me mandó a trabajar. Me quitaba mi dinero y él decidía cómo se gastaba”.
Su rostro infantil le impidió encontrar un empleo estable. Los “patrones” le indicaban que a su edad debería de estar en la escuela. Laboró como empleada doméstica y años después en fábricas de ropa.
Irma recordó que en la década de los ochentas, la ayuda era muy poca y “casi nadie hablaba español”.
“Tuve otros dos hijos y con el transcurrir de los años la violencia se fue haciendo cada vez más cruda. Perdí totalmente mi autoestima y la capacidad de valerme por mí misma. No había tanta información como ahora y pedir ayuda era muy difícil”.
Durante la amnistía de 1987 se hizo residente legal, pero su “gran victoria” vino años después.
“Mi hermana era dueña de un restaurante que se llamaba “Downtown Bakery”. Yo trabajaba con ella como cocinera. Ella se enfermó y se mudó a Pensilvania. Me vendió el lugar y lo fui pagando poco a poco. Desde 1990 soy dueña de mi propio negocio”.
Su nuevo rol como pequeña empresaria, le permitió “sacudirse el miedo”.
“El día que dejé a mi pareja, lo encontré siéndome infiel en mi propia casa. Me cansé de tanto abuso y dije basta”
Irma recordó uno de los episodios más violentos de su vida, el cual sucedió un Día de Acción de Gracias en su departamento.
“Él tenía las llaves de la casa. Se metió y me golpeó terriblemente. Tenía ganas de matarme. Quiso asfixiarme pero logré escapar. Fui con mi vecina y ella llamó al teléfono de emergencia. Ese día salvé mi vida por ayuda divina”.
A pesar que Irma interpuso una orden de protección, su ex pareja continúo acosándola.
“Fue al restaurante y quiso apuñalarme con un cuchillo de mi propia cocina. La policía lo arrestó, pero siguió amenazándome. El proceso legal duró mucho tiempo y le dieron 5 años de libertad probatoria, la cual terminará en 2012”.
Años después de su terrible experiencia, Irma Marín se siente “rejuvenecida, libre y feliz”. Sueña con ampliar su restaurante “Puebla Mexican Food” en el Barrio de East Village. Contrata a mujeres cocineras porque cree en la igualdad de género y crea sus propias recetas.
“El primer golpe es el indicio de que vendrán muchos más. Ahora las oportunidades de encontrar ayuda son infinitas. Sí yo sobreviví a 25 años de violencia doméstica, estoy segura de que otras mujeres también pueden lograrlo”, finalizó Irma Marín.



    "El primer golpe es el indicio de que vendrán muchos
     más", Irma Marín, empresaria y sobreviviente de la
     violencia doméstica.

lunes, 4 de julio de 2011

Madre-Padre

Alondra Nájera pasa días y madrugadas preparando quesadillas de flor de calabaza. Cocinándolas al rojo vivo de un sartén metálico, donde también se sazonan sus sueños y esperanzas.
Nájera ha dejado tres de sus mejores años en un carrito de comida en la Avenida Roosevelt, Queens.
Al ritmo de la música duranguense y de la orquesta de hierro del tren 7, la mexicana originaria del estado de Guerrero, ofrece a sus clientes tacos de bistec y gorditas de chicharrón.
Como madre soltera, hace un doble esfuerzo para reconciliarse con la vida, pues la vida misma le ha cobrado una factura muy cara por sus aciertos y errores.
Alondra es el sustento económico de cuatro pequeños en México y a uno más en la Ciudad de Nueva York.
“Soy padre y madre al mismo tiempo. Me esfuerzo por darles a mis niños lo que necesitan. El Día del Padre lo festejo trabajando de 6 de la tarde a 5 de la mañana”.
La madre-padre tiene el doble de responsabilidades. Además de enviar remesas, se comunica todos los días a México para hablar con sus “amores”. En la Gran Manzana, está al pendiente de que a su bebé no le falte nada.
“Para mí es muy difícil salir adelante, pero no imposible. Mis hijos son primero. Todas las mujeres en mi situación merecen celebrar el Día del Padre”.



    Alondra Najera se considera madre y padre.
    Un rol que muchas mujeres inmigrantes
    deben asumir en la Gran Manzana.