martes, 26 de julio de 2011

Esperanza despúes de 25 años de violencia.

En diciembre de 1979, Irma Marín salió de su pequeño municipio en el estado de Puebla, México para cruzar la frontera “de mojada”. A los 16 años, soñaba con la Gran Manzana y sus rascacielos inalcanzables.
De padres campesinos y con once hermanos para compartir el pan, Irma se enteró a temprana edad de cómo la pobreza empuja a caminos insospechados.
“Me fui con la esperanza de ganar el suficiente dinero para ayudar a mi familia. La tierra daba poco que comer y el dinero siempre fue escaso. Me vine a la gran ciudad muy joven y totalmente inexperta”.
Después de seis meses de residir en el condado de Brooklyn, Marín conoció a quien sería su pareja y “verdugo” por 25 años.
“Empezó a acosarme. Me obligó a irme a vivir con él y me mantuvo así por mucho tiempo. A esa edad y sin educación, no supe qué hacer ni cómo defenderme. Estaba sola y me quede callada. Obedecí porque crecí creyendo que el “machismo” es la única cultura con la que las mujeres deben ser tratadas”.
A los 17 años, ya había dado a luz a su primer hijo.
“Los golpes fueron inmediatos. Mi embarazo no fue una excepción. El padre de mis hijos siempre me sometió de esta forma. Al poco tiempo de tener a mi bebé, me mandó a trabajar. Me quitaba mi dinero y él decidía cómo se gastaba”.
Su rostro infantil le impidió encontrar un empleo estable. Los “patrones” le indicaban que a su edad debería de estar en la escuela. Laboró como empleada doméstica y años después en fábricas de ropa.
Irma recordó que en la década de los ochentas, la ayuda era muy poca y “casi nadie hablaba español”.
“Tuve otros dos hijos y con el transcurrir de los años la violencia se fue haciendo cada vez más cruda. Perdí totalmente mi autoestima y la capacidad de valerme por mí misma. No había tanta información como ahora y pedir ayuda era muy difícil”.
Durante la amnistía de 1987 se hizo residente legal, pero su “gran victoria” vino años después.
“Mi hermana era dueña de un restaurante que se llamaba “Downtown Bakery”. Yo trabajaba con ella como cocinera. Ella se enfermó y se mudó a Pensilvania. Me vendió el lugar y lo fui pagando poco a poco. Desde 1990 soy dueña de mi propio negocio”.
Su nuevo rol como pequeña empresaria, le permitió “sacudirse el miedo”.
“El día que dejé a mi pareja, lo encontré siéndome infiel en mi propia casa. Me cansé de tanto abuso y dije basta”
Irma recordó uno de los episodios más violentos de su vida, el cual sucedió un Día de Acción de Gracias en su departamento.
“Él tenía las llaves de la casa. Se metió y me golpeó terriblemente. Tenía ganas de matarme. Quiso asfixiarme pero logré escapar. Fui con mi vecina y ella llamó al teléfono de emergencia. Ese día salvé mi vida por ayuda divina”.
A pesar que Irma interpuso una orden de protección, su ex pareja continúo acosándola.
“Fue al restaurante y quiso apuñalarme con un cuchillo de mi propia cocina. La policía lo arrestó, pero siguió amenazándome. El proceso legal duró mucho tiempo y le dieron 5 años de libertad probatoria, la cual terminará en 2012”.
Años después de su terrible experiencia, Irma Marín se siente “rejuvenecida, libre y feliz”. Sueña con ampliar su restaurante “Puebla Mexican Food” en el Barrio de East Village. Contrata a mujeres cocineras porque cree en la igualdad de género y crea sus propias recetas.
“El primer golpe es el indicio de que vendrán muchos más. Ahora las oportunidades de encontrar ayuda son infinitas. Sí yo sobreviví a 25 años de violencia doméstica, estoy segura de que otras mujeres también pueden lograrlo”, finalizó Irma Marín.



    "El primer golpe es el indicio de que vendrán muchos
     más", Irma Marín, empresaria y sobreviviente de la
     violencia doméstica.

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